No ha habido decepción. Y eso no lo decimos muy a menudo en este mundillo.
La tercera de Orange ha sabido estar a la altura tanto de su progresión como de
lo que esperábamos de ella.
La clave: aprender de los errores, si es que se les puede calificar así. Han apostado por un equilibrio y una coralidad mayor a expensas del foco de Piper y no les ha hecho falta recurrir a un agente externo y hacerlo casi protagónico para generar tensión.
La clave: aprender de los errores, si es que se les puede calificar así. Han apostado por un equilibrio y una coralidad mayor a expensas del foco de Piper y no les ha hecho falta recurrir a un agente externo y hacerlo casi protagónico para generar tensión.
A ese equilibrio en lo que a personal se refiere se le une el balance perfecto entre el drama y la comedia, que sin duda es una de las principales razones por la que Orange se ha convertido en algo tan brillante como ejemplifica esta temporada. Entre las mil locuras con las que las presas matan el tiempo siempre hay un momento para que nos emocionen, sin llegar a venderse al mamarrachismo ni al dramón efectista.
Éstas son las cinco claves de una temporada soberbia:
Éstas son las cinco claves de una temporada soberbia:
Alex y Piper: del fan service al angst
El retorno de Laura Prepon era el Reclamo con mayúsculas. La segunda temporada sin la
presencia de Alex Vause a tiempo completo no pudo ser salvada. Alex es una
pieza demasiado importante para que su ausencia no se note.
No cabe ningún tipo de duda de que la primera parte de la temporada ha
estado diseñada para calmar los ánimos de los seguidores de la pareja que
llevaban demandando Vauseman desde la separación del año pasado. La relación
de Alex y Piper es casi idílica —dadas las circunstancias en las que se
encuentran los personajes— y hasta en crisis hacen que a uno se le enternezca
un poco lo que late. Pero por tiempo limitado.
La entrada en juego de Stella ponía fin a la luna de miel de las alegres
presidiarias a la vez que en tela de juicio la coherencia del arco de Piper. Con la misma rapidez con la que reapareció Alex, llegó el drama de su separación. Con
las ganas con las que arrastraste a la Vause a prisión de nuevo, ¿por qué te
entregaste tan rápido a los brazos de la tatuada australiana? Los encantos de
Ruby Rose son un debate muy amplio, pero desde aquí nos quedamos el resultado
de la trama en lugar de sus débiles cimientos: Walter White Ink, de quien
esperamos seguir viendo la evolución pasando de bragas olorosas a meta azul.
La redención de Pennsatucky
La conocimos como la antagonista de la primera temporada, por no
tacharla directamente de villana. En aquellos tiempos cuando Piper era el
pez fuera del agua que metían en un acuario lleno de tiburones delincuentes, no
era de extrañar que el personaje de Tiffany Doggett fuera de todo menos alguien
querido por la audiencia.
A partir de esta temporada podemos calificarla de una fan favorite. No es
la primera “mala” que una vez terminado su conflicto con la protagonista se
pasa al bando de los buenos — o,
mejor dicho, el bando de aquellos con los que la mayoría simpatiza. Tras su peculiar relación
con el Sr. Donut y la historia de la violación, Pennsatucky se presenta como un víctima con pleno derecho de empatía y defensa del público.
Red in love
No todo iba a ser peleas por el control de la cocina y viejas némesis en las
tramas de la señora Reznikov. Red pone a prueba que no hay edad para encontrar
el amor cuando y donde menos te lo esperas, y sin importar los cargos que cada
uno tenga en la prisión.
Red y Healy es algo que no vimos venir, y supone una sorpresa contrapunto a
las relaciones que acostumbramos a ver en Orange. Nace del respeto, de los años
de coexistencia en Litchfield, de la cooperación entre bandos rivales. No es el
típico cunnilingus de aquí te pillo, aquí te mato entre reclusas o la
abstinencia tomando control de las neuronas del personal. Una evolución natural
y calmada de un romance puro. Como los de antes.
Sintiéndolo por la novia de Healy, aquí tenemos un OTP.
Tirar de cantera
Como hemos comentado antes, la decisión de incluir a Vee como un elemento
clave en la segunda temporada de una forma tan medida y tan relevante fue uno
de los achaques del año pasado. En esta tercera tanda, los guionistas han
preferido repartir el peso que ostentaba Vee entre otros personajes que hasta
ahora habían ocupado un plano ya no secundario, sino de cercano al atrezzo. Hablamos
de Flaca, Big Boo, Norma, Aleida e incluso Chang. ¿Quién podría pensar en un
episodio centrado en Chang?
La incluimos en nuestra lista de grandes personajes LGBT la semana pasada y
es que toda la historia de cómo Big Boo fue despreciada por mantenerse fiel a la
persona que ella quería ser no es para menos. Su papel se ha notado más
prominente en toda la temporada y no solamente en su Finger in the Dyke, como es el caso de su relación con Pennsatucky.
Esperamos con ansia la incorporación de Lea DeLaria al reparto principal para
la cuarta.
Flaca también fue revelación con su arco. La chiquilla no era una minion del
sector latino y punto. Hemos podido deleitarnos con el retrato de una mujer con
ambición, pero lastrada por la mala suerte de sus circunstancias.
¿Apuestas para el año que viene? Yoga Jones, Flores, Maritza, Soso, Lolly o
hasta Rice, la otra mitad de las methheads.
Mujeres de fe
No nos extrañan ahora las fotos promocionales de nuestras presas en edición
velita para montar vigilia. Norma, esa mujer silente que no nos deleita con
one-liners memorables como la mayoría del reparto, estructura una de las
grandes tramas de la temporada a su alrededor con esa pseudo-secta que se viene
arriba debido a un movimiento fanático que se desata entre las celdas. Todo un
estudio de cómo una creencia llevada al extremo tiene siempre una consecuencia
negativa por muy inofensiva que pareciese de entrada. O que se lo pregunten a
Brook Soso.
En otro credo ligeramente distinto, encontramos el cisma del kosher y cómo
de la forma más espontánea uno puede escuchar la llamada del señor. La
realización de Cindy del final de la temporada fue una de las escenas más
conmovedoras del año, abrazando la fe judía con auténtica devoción y no
solamente por conveniencia.
*
Los contras: han rozado la perfección, pero todo no ha podido ser. La
gran pega que le ponemos a esta tercera temporada son las ausencias y los
vacíos acusados. De Bennett lo podríamos imaginar por aquello de estar liado
con temas judiciales y pelucas en otra serie, pero la temporada interruptus de
Nicky fue un golpe duro.
Volver a ver a Natasha Lyonne en la serie es a día de hoy una incógnita, pero
ciertas fotos de Instagram nos permiten mostrarnos mínimamente optimistas.
Entre el retorno o no de Nicky a Litchfield y el cliffhanger de Alex Vause tras
la fatídica resolución de su paranoia, tenemos motivos suficientes para esperar
que estos once meses y una semana pasen rápido. O demandar algo más
satisfactorio para todos como tres temporadas al año, por ejemplo.
Para gustos colores. Para mí ha estado muy por debajo de las 2 anteriores, y no porque las actrices estén mal ni mucho menos, sino por la falta de tensión generalizada.La falta de una trama central interesante, lo de la privatización me ha parecido un pestiño. Vamos, que me he aburrido, que se me ha hecho larga.
ResponderEliminar