Un crimen, varios sospechosos. Un presunto culpable. Un sistema judicial que hace aguas. Muchas víctimas y un odio que rezuma por los poros de todos los afectados, de un lado o de otro. Prejuicios, xenofobia, rechazo, precariedad social, pobreza, instituciones que fallan y muchas preguntas sin respuesta. Ya en el piloto de American Crime las diversas tramas vaticinan graves consecuencias, vidas que van a cambiar para siempre, destinos fatales y tragedias inevitables.
El hallazgo del cadáver de un joven en su propia casa y su esposa brutalmente maltratada es el punto de partida de esta serie llena de claroscuros y matices. Los dolientes padres del joven, ex militar, son los brillantes actores Felicity Huffman y Timothy Hutton, una pareja con una brecha emocional abierta en el pasado y que ahora tienen que verse las caras ante este hecho terrible. Los padres de la joven pareja del chico (Penelope Ann Miller y W. Earl Brown), en coma tras el brutal asalto, lidian con su propio dolor y con la incertidumbre de si su única hija sobrevirá o no, y en caso afirmativo, con qué consecuencias, ya que las lesiones cerebrales parecen evidentes.
Las autoridades pronto inician diversas vías de investigación: un chico mexicano con un padre estricto que cede el coche familiar a un matón pandillero por un puñado de dólares; un vehículo relacionado con el crimen, aunque no perpetrado por el conductor del mismo, sino presuntamente por su improvisado copiloto, un yonki de raza negra en busca de dinero y tarjetas para comprar más drogas. Sí, estupefacientes para consumir con su rubia novia, quizás más enganchada que él y adicta también a su multicultural historia de amor.
Una maraña de sospechas y algunas evidencias que retuerce aun más la historia cuando la policía descubre que el joven blanco asesinado se dedicaba al tráfico de drogas. Un varapalo para sus padres, que se niegan a creerlo. Otra incómoda noticia: al parecer su joven esposa tenía múltiples amantes y una vida sexual poco ortodoxa. Golpe también para la otra pareja de progenitores.
Sin embargo, la trama criminal es sólo el hilo conductor de American Crime, un terrible hecho que sirve de punto de partida para nuevas tragedias e injusticias. Diversas subhistorias teñidas de fanatismo religioso, odio, recelo y afán por depurar responsabilidades y hacer justicia, a cualquier precio. Por un lado, la familia del muerto, que quiere una condena o incluso la pena capital para el yonqui que la Fiscalía tiene como principal sospechoso, ya en prisión preventiva; por otro, la abnegada hermana convertida al Islam del drogadicto, que no duda de su inocencia y removerá cielo y tierra para demostrarla y sacarle de la cárcel. Ella lo considerará víctima de un prejuicio étnico, el típico caso del joven de color que se lleva toda la culpa sin que haya pruebas contundentes de que cometiera el crimen. Mientras tanto, su adicta novia lidia con los traumas y presiones familiares de las que en su día huyó.
Pese a ser la madre sufridora, es quizás el personaje de Felicity Huffman el que más rechazo provoca: racista, fanática y desconsiderada, sólo quiere la pena de muerte para el asesino de su hijo. Pronto consigue que el caso adquiera la catalogación de crimen de odio: un drogadicto negro que quiere resarcirse atentando contra el modélico ciudadano blanco, al que culpa de todo su fracaso. Sin embargo, hará caso omiso a las evidencias de que su hijo tampoco era un santo, en parte por culpa de la férrea y desafectada educación que le procuró durante la infancia, tanto a él como a su hermano, porque eso implicaría aceptar algo mucho más duro. El otro hijo, también soldado, volverá para reunirse con la familia tras la terrible desgracia familiar, pero no dudará en mostrar su falta de afecto hacia sus padres.
Hay un paralelismo claro entre varios personajes de American Crime: la madre del chico muerto, la hermana del sospechoso número uno y el padre del adolescente mexicano que va directo al reformatorio para luego salir y verse involucrado en más violencia y delitos. Los tres quieren justicia para sus familiares y harán lo que sea para conseguirla.
Pero sin duda, la institución familiar se enfrenta a otras más malvadas: la penitenciaria y la legal. El sistema judicial norteamericano se muestra como negligente, poco garantista y nada transparente. Y no sólo las supuestas minorías lo sufren, lo sufren todos. Pero lo que siempre queda evidente es la violencia intrínseca en la sociedad, los odios y el resentimiento, provocado por años de desigualdad, prejuicios y desamparo.
En medio de esta desesperada y triste realidad, la esperanza se arranca de cuajo y la tragedia sobrevendrá de nuevo. Implacable.
Woooooow me encanta cuando se estrena en Latinoamérica???
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