Ya se ha estrenado Better Call Saul. Cuando se anunció en su día que AMC, Sony Pictures y el equipo de Vince Gilligan iban a desarrollar un spin-off de Breaking Bad basado en uno de sus secundarios estrella, Saul Goodman (Bob Odenkirk), nos llevamos las manos a la cabeza... y no es para menos. La sombra de Heisenberg es alargada, y el riesgo de deshonrar una serie tan influyente y relevante como lo fue Breaking Bad era demasiado alto.
AMC, una cadena que empieza a alejarse de ese dulce momento en el que tenía en antena a tres grandes series de la actualidad —un éxito de audiencia, The Walking Dead; un éxito en la crítica, Mad Men; y ambas cosas a la vez, Breaking Bad— ha decidido, de una manera tan sabia como decepcionante, que la clave para su supervivencia no es simplemente tratar de innovar en cuanto a producción original se refiere, sino que basta con tratar de repetir la jugada con los conceptos que sí han funcionado. Better Call Saul, el primer "remake" de la cadena, se estrenó anoche en AMC (y hoy en nuestra Movistar Series). Su segundo remake, sobre The Walking Dead, todavía sigue en fase de proyecto. Y que ni se les ocurra tocarnos a Mad Men.
A pesar de todo, los nervios a la hora de ver Better Call Saul se disipan rápidamente, pues verla es como entrar en la casa de un conocido. La mano de Vince Gilligan y su equipo se aprecia en cada uno de sus fotogramas, y a pesar de que el escenario haya cambiado tanto en tiempo (seis años antes del inicio de Breaking Bad) como en espacio (aunque se sigue grabando en Nuevo Mexico), todo nos recuerda a la serie predecesora. Evidentemente, a propósito.
Pero no es Breaking Bad, y esa es una decisión que se manifiesta en un cambio de tono que se aleja de la profundidad, seriedad y determinación de ésta. Ha dejado de lado el simbolismo, los poemas británicos y los símiles shakesperianos; explotando, por decirlo de alguna forma, las posibilidades narrativas más livianas que Breaking Bad trataba de evitar (salvo cuando las visitaba de cuando en cuando, para nuestro deleite). Es como una Fargo soleada, donde la maldad y la codicia siguen siendo sus principales temáticas, pero aferrándose en todo momento a sus orígenes, aunque solo sea por referencia. Es más torpe, más sarcástica y menos oscura, pero también más amable y, por qué negarlo, más accesible.
Lo importante es que Saul Goodman, aunque entonces llevara otro nombre, sigue ahí (de hecho, no ha cambiado un ápice): sigue siendo (o era) un picapleitos más listo que el hambre pero con mal ojo a la hora de tomar decisiones, y aquí le conocemos en el momento más bajo de su carrera, si es que en algún momento tuvo otro. Bien es sabido que las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, y podríamos decir que ese es el punto de partida de Better Call Saul.
El espectador que se ponga con ella podrá pensar que la primera mitad de su primer episodio es ligeramente decepcionante, y así es. Al fin y al cabo, trata de presentar a un personaje que ya conocemos, y es confusa en hacer lo propio con los que le acompañarán como secundarios: Chuck (Michael McKean) y Kim Wexler (Rhea Seahorn)... y recordemos que Mike (Jonathan Banks) estará por ahí. No obstante, la acción toma un ritmo vertiginoso en la segunda mitad, rompiendo predicciones y dándonos a entender que la dinámica de la serie será, sin duda, la de "¿cómo saldrá Saul de ésta?".
Es todavía pronto para decir si Better Call Saul conseguirá estar algún día al nivel de su predecesora, pero su primer episodio es suficiente como para confirmar que, al menos, lo va a intentar. La seguiremos muy de cerca y sin duda vosotros haréis lo mismo. ¿Me equivoco?
Es todavía pronto para decir si Better Call Saul conseguirá estar algún día al nivel de su predecesora, pero su primer episodio es suficiente como para confirmar que, al menos, lo va a intentar. La seguiremos muy de cerca y sin duda vosotros haréis lo mismo. ¿Me equivoco?
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