Por más que sus personajes estén bien construidos, las tramas de Parenthood no siempre han comenzado con buen pie y es de cara al final cuando cogen ritmo. La de Jason Katims es más una serie de momentos emotivos que de arcos bien atados, y este penúltimo episodio (antes de que la serie diga el adiós definitivo) es la prueba de ello: una sucesión de instantes a cada cual más efectivo que emocionan al espectador y que, aun así, no tendrían sentido si no llevásemos seis años acompañando a los Braverman en lo bueno y en lo malo.
Viendo cómo han tratado los guionistas a Sarah a lo largo de toda la serie, casi podríamos decir que We Made It Through the Night funciona mejor de lo que debería, ya que el personaje de Lauren Graham ha sido el absoluto protagonista. Es una buena forma de cerrar de manera circular la serie: en la primera temporada, ella y Adam eran los grandes protagonistas y es precisamente su regreso a Berkeley el detonante de la acción. Sarah es, pese a que sus padres y hermanos la vean como una bala perdida, una madre soltera admirable: sus hijos son indiscutiblemente los más normales de la familia y ella siempre está para ellos cuando lo necesitan sin meterse constantemente en sus vidas. Además, a lo largo de los años, la hemos visto empezar y acabar relaciones sin involucrarlos innecesariamente en ellas.
Lo malo es que, pese a todo, el viaje de Sarah Braverman ha sido un vaivén de profesiones y relaciones que no ha acabado de cuajar nunca, y han hecho que el personaje quede ligeramente desdibujado. Y aun así, se agradece que ella acapare el protagonismo y nos lleve de la mano en el penúltimo capítulo, porque todas sus escenas funcionan, y dos de ellas en especial. Una es la que comparte con Zeek, en la que vemos el miedo de que su padre no llegue vivo a su boda en los ojos de Lauren Graham, aunque no lo manifieste con palabras. Lo mismo ocurre con Craig T. Nelson, claro. La otra, el momento guitarra en la cama de Amber.
Ese "you're my hero" cala hondo después de tanto tiempo y supone un broche de oro perfecto a seis temporadas en las que ambas han madurado mucho y han aprendido a apoyarse, a entenderse la una a la otra, a respetarse y también a darse espacio. Es la suya mi relación favorita de la serie, y la única en la que los guionistas no han metido nunca la pata, por lo que no me queda más que quitarme el sombrero. Estos años han mercido mucho la pena.
El resto de tramas no me han dicho ni la mitad que esta: no me importa demasiado el futuro del Luncheonette, por más que vea verosímil todo lo que pasa, y lo relacionado con la academia Chambers me ha parecido bastante aleatorio. Eso sí, compro el montaje musical final a lo Sorkin, por manipulador que sea. Por dos motivos: la mirada que Kristina le dirige a Jasmine (¡te deben muchos Emmys, Monica Potter!) y el hecho de que por primera vez veamos un colegio medianamente organizado en funcionamiento. La trama ha sido un desastre, y ha sacado lo peor de los personajes involucrados, pero han sabido apañar un cierre pasable.
Notas al margen:
- Se agradece el enfoque que le han dado a la reconciliación de Julia y Joel, mostrando que no todo va a ser un camino de rosas a partir de ahora, pero no sé si me han acabado de convencer de que sabrán sortear los baches.
- Veíamos venir hace meses que el hijo de Amber se iba a llamar como su bisabuelo, y aun así la escena funciona. Zeek, te odio la mayor parte del tiempo, pero a veces eres entrañable.
- Pasado mañana (perdón por el retraso con las reviews, intentaré que la última esté lista el sábado) se nos acaba Parenthood para siempre y no me hago a la idea. Me da la sensación de que van a pasar demasiadas cosas en 40 minutos (¡vuelve Haddie! ¡Hay boda! ¿Morirá Hank?) y no vamos a tener tiempo de decir adiós a los personajes. Pero confiemos en Jason Katims, que llevamos tres episodios seguidos para enmarcar.
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