En el segundo episodio de esta temporada, Downton Abbey ha vuelto a demostrar que es posible mantener un reparto coral sin que ninguno de los personajes pierda importancia. Incluso algunos secundarios como Baxter empiezan a desarrollarse dejándonos ver un pasado que puede ser muy interesante.
Mientras tanto, Robert sigue tensando la cuerda con todos los que le rodean: junto con su opinión sobre la Revolución Rusa y el homenaje a los caídos en la Gran Guerra ahora hay que añadir la manera en la que trata a Cora. La llegada de Richard E. Grant ha sido una buena oportunidad para verle compartir plano y química con Elizabeth McGovern, quince años después de The Scarlet Pimpernel. Simon Bricker tiene el encanto del que ha visto mundo y ofrece una conversación interesante sin lugar para prejuicios. Y no Robert, no era a Isis a quien le estaban haciendo cumplidos.
Mary aceptó el viaje propuesto por Gillingham, aunque tomando todas las precauciones necesarias (dejándonos un diálogo brillante con Anna, todo inocencia). Sin embargo, el admirador/acosador de la mayor de las Crawley parecía tener todo demasiado bien organizado, como si ya lo hubiese hecho antes, ¿no os parece?. Todavía tengo la esperanza de que haga caso a los consejos de Charles Blake, porque se merece a alguien tan inteligente como ella (y alguien tan sincero y sin dobleces como el propio Blake…).
Edith sigue caminando en la cuerda floja, intentando ayudar a su hija con un plan poco sutil y el comportamiento de Drewe con su mujer tampoco ayuda demasiado, ¿se puede disimular peor? Y no olvidemos las dotes detectivescas de la señora Hughes, que a estas alturas ya ha unido todos los puntos.
Decisiones difíciles
Rob James-Collier ha vuelto a destacar en este capítulo con su interpretación de Thomas Barrow, tanto en la despedida de Jimmy -con ese deseo de encontrar la felicidad que se le escapa- como en la conversación con Anna, con un arranque de sinceridad interrumpido por Bates. Con lo que ha ido descubriendo, creo que va a tener que tomar una dura decisión: destruir a Bates o a la pobre Anna, la única de la casa que todavía le da una oportunidad.
La despedida de Jimmy también ha provocado que se sintiera dolido y pagase su frustración, otra vez, con el pobre Molesley. En el capítulo anterior se reveló por fin su carácter firme al defender a Baxter aunque en esta ocasión no ha podido huir de las dudas: quiere confiar en ella pero también necesita saber por qué robó las joyas. Sin duda la relación entre ambos está ganando peso y profundidad con el paso de los episodios, en una trama desarrollada a fuego lento pero sin aburrir.
Y las decisiones, en este caso sobre sus ideas y su futuro, siguen rondando a Branson. La relación con Robert, que parecía haberse afianzado en la pasada temporada, se enrarece de nuevo con su actitud intransigente. Mientras, Sarah Bunting le recuerda por qué le quiso Sybil y, como dijo una acertada Mary, está volviendo a ser el que era y eso “quizá es malo para nosotros, pero no para él”.
El capítulo de la semana que viene promete sorprendernos, pero por ahora nos quedamos con una frase de la promo: “Goodness, Granny has a past!”.
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