"It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness, it was the spring of hope, it was the winter of despair, we had everything before us, we had nothing before us, we were all going direct to Heaven, we were all going direct the other way." — Charles Dickens, A Tale of Two Cities
A Tale of Two Cities es un título que no tiene nada de casual. Como la novela de Charles Dickens, este episodio también nos habla de dos ciudades: una que significa la paz y la tranquilidad, Los Angeles, ciudad a la que Don y Roger viajan para granjear contactos; y otra, Nueva York, una ciudad en la que por aquellos años de finales de los sesenta, la agitación y el caos marcaban la vida cotidiana de sus habitantes. No he leido la novela pero sus primeras palabras, que también dan pie a nuestra crítica, son literalmente aplicables al nuevo episodio de Mad Men.
Porque al igual que la novela de Dickens, se trata de un episodio sobre la revolución: desde una a gran escala como la de la desilusión de la Convención Nacional Demócrata de 1968 que tanto afecta a nuestros personajes; como otra que comienza a gestarse en la nueva agencia publicitaria que ni siquiera encuentra un nombre con el que dirigirse a sus clientes, donde sus socios comienzan a actuar más por su cuenta que nunca y a perder el control de su propio mundo. Y, cómo no, la otra que tiene lugar al otro lado de Estados Unidos, mucho más relajada y, por qué no, húmeda.
Roger y Don se van de viaje a una California por aquel entonces era muy distinta y se regía por un "protocolo diferente". Totalmente fuera de lugar en ese ambiente hippie, visitan esa ciudad que poco a poco se estaba transformando en el famoso centro neurálgico del negocio cultural mundial. Una noche de locos marcada por el cannabis conseguirá que la visión de estos ejecutivos neoyorkinos cambie radicalmente, y aunque intenten autoconvencerse de que su ciudad sigue siendo el ombligo del mundo, por dentro cada vez lo tienen menos claro. Que el deshecho de SCDP Danny Siegel se lleve a la chica guapa es tan solo una señal, pero que Don se hunda (literalmente) en este ambiente es la prueba definitiva. Las reuniones en California (con Carnation, una empresa de productos lácteos) van mal y demuestran que la nueva agencia, por mucho que crezca, no está preparada ni por asomo para lo que está por llegar. ¿Cuán importante es para la serie que sus protagonistas hayan perdido el control del rumbo de su propio negocio? Me atrevería a decir que bastante.
Por otro lado, en la caótica Nueva York, la nueva agencia (que parece que finalmente se llamará Sterling Cooper y asociados, simplemente por desidia para colmo de Pete) comienza a mostrar síntomas de su propia revolución. Sterling le deja el mando de su cuenta a Cutler en su ausencia, que se la deja a Bob Benson por falta de interés, quien pierde el control por culpa de su falta de liderazgo y de un desequilibrado Gingsberg que le canta las cuarenta a Cutler, quien luego compra a Benson para que guarde silencio. Y, mientras tanto, la cuenta de Chevy se deja al margen a pesar de que es la gran máquina de vapor de la agencia. Un caos cada vez más irreversible.
Ha sido más que agradable el reencuentro entre Joan y Peggy. La pelirroja vuelve al mundo de las citas (creíamos que estaba liada con Benson) y se encuentra de sopetón no con una nueva relación sino con algo mejor: una oportunidad profesional. Avon, un grande de la cosmética, busca agencia y Joan acude a Peggy para que se ocupe de las ideas. No obstante, la copy acude a Ted pensando que sería lo mejor y éste coloca al de nuevo odioso (no podía durar, joder) Pete Campbell en la cuenta, dejando a Joan de lado. Y cómo me ha gustado que la pelirroja, de armas tomas, actuara por su cuenta y diera un revés a la situación, a pesar de que se pondría a sí misma en un aprieto. Y cómo me ha gustado volver a ver a Pete cabrearse como un niño cuando se da cuenta del pastel. Y cómo me ha gustado ver el cable que le echa Peggy a su compañera para sacarle del apuro. A pesar de que esta vez discuten como nunca y se echan en cara algunas verdades muy dolorosas, nunca las hemos visto tan unidas. ¿No os gustaría ver a Joan como una ejecutiva de cuentas? Porque a mí me encantaría.
Sorprendentemente, mientras se gesta esta autodestrucción, el personaje que más me interesa es el de Pete, quien como vimos anteriormente se está replanteando su vida y sus decisiones, y no me sorprendería que abandonara el barco próximamente. La falta de dirección y decisión de los socios realmente frustra a Campbell quien, sin nada más que hacer que ver el hundimiento de su agencia, se sienta a fumarse el porro de Stan como quien escucha llover.
Sin duda, el desmoronamiento de esta agencia está por venir y nuestros personajes tendrán que tomar decisiones muy serias no dentro de mucho. ¿Cómo veis la situación? Recordad que tenéis la sección de comentarios para dejar vuestra opinión.
Una serie de época, e inteligente, sin duda la temporada de Mad Men nos sorprenderá con cambios en el argumento y giros inesperados en la historia. Un de las mejores series del momento.
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