La semana pasada, nuestras protagonistas tuvieron un enfrentamiento con el que salieron perdiendo. Evidentemente, los Grammy Awards le quitaron mucho público, pero ésta semana Desperate Housewives los ha recuperado subiendo la audiencia hasta más de 7 millones y medio de telespectadores. La verdad que el episodio ha sido muy bueno y me ha dejado la boca abierta en dos ocasiones, cosa que hacía mucho tiempo que no hacía. Es un episodio que la verdad recomendaría a todas esas personas que abandonaron la serie para que vean que sigue teniendo calidad.
Como es habitual, hay una trama por protagonista, aunque la trama de Susan y Lynnette terminan siendo la misma. Susan está desesperada (nunca mejor dicho) porque su hija no dé al bebé en adopción, y se le ocurre intentar averiguar quién es el padre para que le haga entrar en razón. Lynnette cree que va a tener tiempo para ella sola ya que sus hijos menores están unos días con su padre, pero todo cambia cuando por la puerta entran sus hijos mayores: Porter y Preston. Pero cuando digo que sus tramas terminan siendo las mismas es porque descubren que Porter es el padre del bebé, y quiere hacerse cargo de ella.
Bree va mejorando gracias a la ayuda de Orson, pero cuando le cuenta el por qué no se habla con las chicas, Orson va a hacer todo lo posible para evitar que vuelvan a ser amigas con mentiras. Hasta el punto en el que le propone a Bree irse a vivir a otro sitio. No sólo eso, sino que descubrimos que las chicas no le avisaron para ayudar a Bree, sino que él está obsesionado con Bree que lleva meses acosándola. Así que sí, Orson fue quien mandó esas notas a Bree y quien mató a Charles. Claro está, Bree desconoce todo esto.
Ben está tan mal económicamente que intenta timar a la compañía de seguros, pero Mike lo descubre y le intenta quitar esa idea de la cabeza. Lo malo es que empieza a dolerle el pecho y tienen que ingresarle en el hospital. Renee tras enterarse de lo sucedido a Ben, contacta con los matones y les paga todo lo que Ben debe. Por último, Gaby está harta de que sus hijas desobedezcan, y ante ella aparece una oportunidad de oro: Karen ha echado a su marido Roy de casa. Gaby le acoge y él se encarga de poner orden en la casa, pero ¿por qué le ha echado Karen de casa?. Resulta que Karen tiene cáncer con metástasis en el cerebro y prefiere que crea que no le quiere a que la vea morir día a día.
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