Aunque tal vez no merezca la pena mencionarlo aquí porque es un comentario muy deprimente es la segunda vez que escribo este texto y no puedo asegurar nada con respecto a sus intenciones y sus efectos; el que fuera el primer borrador de mis impresiones sobre la tercera temporada de Six Feet Under era un texto completo y trabajado, y si el lector (al igual que un servidor) quiere culpar a alguien sobre la pobreza de los siguientes comentarios, señale con un dedo acusador a Blogger y a su sistema de guardado automático. Amén.
Lo mejor que le puede suceder al seriéfilo, sobre todo si se trata de un estudiante universitario que no encuentra un empleo acorde a sus expectativas (o mejor dicho, ningún empleo) ni tiene planes vacacionales inmediatos, es que sea verano. Días y días de caldeadas atmósferas hasta el anochecer que impiden moverse del fresco hogar permiten ponerse al día con todas aquellas series que una y mil veces ha oído reverenciar por amigos y colegas. Puede que esta anotación no mereciera ser explicada por lo obvio y por lo fuera de contexto en que se encuentra, pero también presenta una doble faceta: lo peor para el seriéfilo es que sea verano. Las series, sobre todo dramas de largo recorrido con cantidad de tramas y una profundidad en los personajes muy trabajada como Six Feet Under, están diseñadas para ser emitidas semanalmente con el objetivo de que el espectador pueda reflexionar después de cada capítulo lo que ha visto y generar en él una necesidad de continuación que solo puede ser satisfecha al cabo de una semana. El espectador actual de series ya acabadas puede permitirse saltarse ese proceso, aunque con ello se pierda una característica fundamental del contenido serializado y con series como ésta puede llegar a devorar todo lo que ofrece sin posibilidad de asimilar todo lo que ha visto.
Devorar una serie es un peligro, pero es inevitable. He de admitir que no he podido sintetizar todo lo ocurrido durante la tercera temporada de los Fisher como me hubiera gustado, porque la vi en un plazo muy corto de tiempo. La he disfrutado, obviamente (de hecho, me ha encantado) pero hubiera sido mejor tomárselo con más calma para poder conectar mejor con lo que plantean estos capítulos y para comprender lo que quieren transmitir (no es tarea fácil, es muy intuitiva). No obstante, he aquí mis impresiones sobre la tercera temporada de Six Feet Under (¡SPOILERS!) y de cómo me ha parecido la mejor temporada hasta el momento.
Si la segunda temporada de la serie me gustó, extrañamente, por cómo expone la doble faceta del ser humano a través de los ojos de los Fisher, demostrando que nadie es bueno ni malvado por naturaleza y poniendo en escena los demonios de los personajes en todo su esplendor, la tercera me ha gustado mucho más. Dado por hecho el anterior argumento, lo que impera en esta temporada es la agonía: los Fisher son llevados al límite y al extremo de su fortaleza, aunque algunos más que otros, posición que deja entrever el mismo trailer de la temporada (ver el vídeo de debajo del texto) y que fuerza al espectador a encontrarse en una situación de tensión y nerviosismo por lo que pueda suceder.
He leído por ahí que la tercera es la peor temporada de Six Feet Under y no puedo estar menos de acuerdo. La clave para entender la serie, que para muchos ha supuesto más una terapia que un entretenimiento (no es mi caso, todo hay que decirlo) es que hay que empatizar con los personajes, cuestión complicada cuando demuestran tales imperfecciones que en más de una ocasión resultan hasta repulsivas (la conducta de Brenda en la segunda temporada es el mejor ejemplo). En cualquier caso, lo que podemos ver en estos capítulos es una revisión del mismo concepto de la imperfección humana de la que se habla anteriormente, de cómo unos personajes se intentan luchar contra sus propias adversidades, luchar contra sus miedos y conseguir mantenerse a flote. Al igual que habla de límites, la tercera temporada de los Fisher también habla de superaciones, aunque como podremos ver es una hazaña que a más de un personaje le lleva al borde de la locura.
He leído por ahí que la tercera es la peor temporada de Six Feet Under y no puedo estar menos de acuerdo. La clave para entender la serie, que para muchos ha supuesto más una terapia que un entretenimiento (no es mi caso, todo hay que decirlo) es que hay que empatizar con los personajes, cuestión complicada cuando demuestran tales imperfecciones que en más de una ocasión resultan hasta repulsivas (la conducta de Brenda en la segunda temporada es el mejor ejemplo). En cualquier caso, lo que podemos ver en estos capítulos es una revisión del mismo concepto de la imperfección humana de la que se habla anteriormente, de cómo unos personajes se intentan luchar contra sus propias adversidades, luchar contra sus miedos y conseguir mantenerse a flote. Al igual que habla de límites, la tercera temporada de los Fisher también habla de superaciones, aunque como podremos ver es una hazaña que a más de un personaje le lleva al borde de la locura.
Nate, Lisa y Brenda
No cabe duda de que Nate es el protagonista absoluto (para mi desdicha) de esta serie, y es que se erige como el ejemplo paradigmático del personaje al borde del abismo que tiene que luchar para superar sus aflicciones. Aunque no me guste, por primera vez entiendo la infelicidad que recorre todas sus conductas en esta tercera temporada y es que el guión fuerza al entendimiento de un personaje tan contradictorio. Tras superar su operación de AVM (la premiere de la temporada nos muestra ciertas alternativas a su supervivencia de una manera magistral), descubrimos que el Fisher de la noche a la mañana se ha asentado con Lisa, madre de su hija Maya. La confusión de esta situación no solo nace de la rapidez y la inexplicable situación en la que se pone al espectador para aceptar el matrimonio de la pareja, sino que también es razón de la confusión del propio personaje que muestra que no es con Lisa con quien quiere estar. Nate no está enamorado de ella y solo está con esta intrusa (lo siento, lo es) porque comparten una hija en común, aunque el Fisher se fuerza a quererla aunque solo sea por el bien de su pequeña.
Pero querer a Lisa es complicado: es una mujer maniática y casi insoportable que en ningún momento logra cautivar al público, que solo reza por la aparición de Brenda, la cual apenas aparece durante los primeros capítulos de la temporada. Pero cuando lo hace, Lisa luchará por conseguir que su marido no se acerque a ella y no la abandone, provocando así que el propio Nate se vaya alejando más y más de lo que habían formado juntos. No obstante, Brenda tiene que lidiar con sus propios problemas, especialmente con su madre y su hermano, y desintoxicarse de todas las acciones que la llevaron a la autodestrucción en la segunda temporada, empezando por pedir perdón a Nate.
Sin duda, los capítulos finales de la temporada son una oda a la agonía que se hace eco durante toda la temporada: Lisa desaparece sin dejar rastro y el resto de los personajes, no solo Nate, se posicionan sobre el destino de la mujer y sobre las consecuencias que puede tener. Nate, desesperado, el cual por fin había conseguido amar a su mujer, inicia un sendero de melancolía y destrucción desahogándose con todas las mujeres que encuentra en su camino y desatendiendo a su propia hija, algo que personalmente creo que provoca la misma repulsión que la conducta de Brenda en la segunda temporada (y que demuestra que ambos personajes no son tan distintos). Así, Nate descubre que Lisa ha fallecido y la temporada acaba con un personaje destrozado buscando consuelo en los brazos de Brenda.
Pero querer a Lisa es complicado: es una mujer maniática y casi insoportable que en ningún momento logra cautivar al público, que solo reza por la aparición de Brenda, la cual apenas aparece durante los primeros capítulos de la temporada. Pero cuando lo hace, Lisa luchará por conseguir que su marido no se acerque a ella y no la abandone, provocando así que el propio Nate se vaya alejando más y más de lo que habían formado juntos. No obstante, Brenda tiene que lidiar con sus propios problemas, especialmente con su madre y su hermano, y desintoxicarse de todas las acciones que la llevaron a la autodestrucción en la segunda temporada, empezando por pedir perdón a Nate.
Sin duda, los capítulos finales de la temporada son una oda a la agonía que se hace eco durante toda la temporada: Lisa desaparece sin dejar rastro y el resto de los personajes, no solo Nate, se posicionan sobre el destino de la mujer y sobre las consecuencias que puede tener. Nate, desesperado, el cual por fin había conseguido amar a su mujer, inicia un sendero de melancolía y destrucción desahogándose con todas las mujeres que encuentra en su camino y desatendiendo a su propia hija, algo que personalmente creo que provoca la misma repulsión que la conducta de Brenda en la segunda temporada (y que demuestra que ambos personajes no son tan distintos). Así, Nate descubre que Lisa ha fallecido y la temporada acaba con un personaje destrozado buscando consuelo en los brazos de Brenda.
Claire y Ruth
Las Fisher se han posicionado en esta temporada como los más interesantes de todo el elenco de personajes. Aunque Ruth ya era para mí un personaje increíble y encantador, Claire se ha convertido en la revelación de esta temporada debido a su gran evolución y una obvia mejora de sus tramas, mucho más interesantes y llamativas. Después de descubrir su talento artístico (en el post de la segunda temporada dije que fue gracias a Sarah -Patricia Clarkson- pero aunque ésta se lo reveló al espectador fue Billy Chenowith -Jeremy Sisto- el que se lo reveló a la Fisher a través de la fotografía). Claire ingresa en una academia de arte y va desarrollando su talento a la par que va normalizando su vida. Después de una corta pero intensa relación con Phil (J. P. Pitoc), encargado del crematorio, Claire cree encontrar por fin una relación sentimental no destructiva con Russell (Ben Foster), un chico sensible que comparte su pasión por el arte, y una profesional con Olivier, su maestro. No obstante, la traición la acecha y acaba atrapada en una situación terrible: embarazada y en una profunda depresión por las patadas que le da la vida. Con la compañía de Brenda acude a una clínica para que le practiquen un aborto, pero la situación de Claire no mejorará hasta que visite el más allá en compañía de su padre, donde aclara varias cuestiones en compañía de seres queridos que ha perdido. Me ha gustado cómo le han dado mayor protagonismo al personaje, poniéndole en esa situación tan crítica y cómo se resuelve todo de una forma tan reveladora.
No obstante, si tengo que señalar un personaje es el de Ruth. La matriarca, siempre rechazada inconscientemente por su familia, se vuelca en su nieta Maya a la que le otorga todas sus atenciones pero es rechazada por Lisa y su maniático estilo de vida. Después, se vuelca en su hermana Sarah para conseguir librarla de su adicción a los calmantes, pero también es rechazada. Gracias a este segundo intento conocemos a Bettina (Kathy Bates, que también ha dirigido algún episodio de la serie), una mujer de la edad de Ruth pero con una energía muy juvenil que conseguirá sacar a relucir lo mejor de la Fisher. No obstante, vuelve a quedarse sola cuando su amiga tiene que marcharse y pone toda su atención en Arthur (Rainn Wilson), un aprendiz de la funeraria con una extraña personalidad que protagonizará con Ruth las escenas más cómicas de la temporada, ambos intentando comenzar una relación romántica. No obstante, cuando Ruth ve que Arthur no le puede dar lo que quiere, vuelve a su posición original de decepción con la vida, que no para de darle disgustos aunque como siempre se engaña a sí misma sobre que todo marcha a la perfección. Por eso, cuando aparece en su vida un hombre, George (James Cromwell), que parece dispuesto a ofrecérselo todo la Fisher no duda ni un instante en amarrarse a su nueva pareja, con la que contrae matrimonio al final de la temporada y a la que en realidad no conoce del todo. Veremos en la cuarta temporada si la decisión que ha tomado es la correcta.
David y Keith... y Rico
Se podría decir que la segunda y la tercera temporada son en las que menos se aprovecha el personaje de David, tan revolucionario en la primera temporada y tan desaprovechado en las dos siguientes. En ambas temporadas las tramas de David (y de Keith) se enfocan en su relación de pareja, sobre todo centrándose en los problemas de violencia de Keith y en la inseguridad de David hacia su novio con miedo a estropear la relación a través de escenas de terapia de pareja o del nuevo trabajo de Keith como guardia de seguridad. Más adelante en la temporada se enfocan también en una relación abierta y en la confianza que le tiene el uno al otro, pero poco más puedo decir de estos personajes, pues no he entendido muy bien cómo encajan sus historias en la serie ni qué importancia pueden tener para el resto de elementos que la conforman. David y Keith no son llevados al límite (aunque puedo decir que en la cuarta temporada sí veremos algo de eso) sino que la tercera temporada retrata la vida en pareja de dos personas, sin más. No obstante, si hay que destacar algo es cómo se toman a la ligera ciertas cuestiones como el mantener una relación abierta mientras que se toman tan en serio algo como que Keith perdone a su padre (James Pickens Jr.) por su conducta en el pasado, algo que acaba explotándole en la cara a la pareja. No me ha disgustado del todo cómo han sido llevados durante la temporada, pues sus respectivas tramas al fin y al cabo son amenas e interesantes, pero cabría haberles dado una mayor relación con el contexto general de la serie.
Por último, Rico, ahora socio de la nueva Fisher & Diaz reclamaba por esta misma cuestión una trama para él solo aunque hasta ahora siempre había interpretado la visión del espectador en la casa de los Fisher. Aunque la forma en la que fue introducida dejó bastante que desear (porque no fue introducida, sin más), vemos cómo el nuevo co-propietario de la funeraria es llevado al límite en su relación sentimental con Vanessa (Justina Machado), su novia y después mujer desde la secundaria. Vanessa entra en depresión tras la muerte de su madre y el que la hermana de ésta, Angelica (Melissa Marsala), esté viviendo con ellos en su casa no mejora las cosas a pesar de los esfuerzos de Rico por conseguir que ambas cuestiones se solucionen. Harto de la situación en el hogar, acaba en un strip-club donde conoce a Sophia (Idalis DeLeon), que le hace un trabajito en el coche. Qué pasará con su matrimonio es algo que conoceremos en la cuarta temporada.
Que Nate sea el protagonista absoluto también me dí cuenta aquí y también me empezó a caer fatal y con el tiempo empeoraría, odiaba su trama con la insoportable de Lisa, todo lo contrario que Brenda siempre para mí la mejor.
ResponderEliminarDavid cada vez tiene tramas peores y no me gusta como sigue, lo mejor de él se vió al principio sin duda. Claire y Ruth son geniales siempre xD
Saludos!