El quinto capítulo de la nueva temporada de The Big C deja mucho que desear. No es malo, no es aburrido y ni siquiera es odioso; es, simplemente, un capítulo de relleno. Mucho se podría decir de las dramedias de Showtime, pero lo que parece constante, sobre todo en las de corte femenino (por decirlo de alguna manera, más que nada por el protagonismo de las mujeres que hay en ellas) es que les cuesta mucho avanzar en la trama fundamental que debería imperar en cada una de ellas. Probablemente y casi con seguridad, lo hacen a propósito para alargar el éxito que están teniendo todas ellas en los últimos tiempos, pero el recurrir al relleno puede tener efectos tan negativos como la cancelación (véase Tara) o el aburrimiento del espectador (véase, cómo no, Jackie), y la historia de Cathy parece comenzar a beber de los defectos de ambas series provocando la sensación de que su resolución podría ser igual de engorrosa.
No obstante, no hay que llevarse las manos a la cabeza todavía y esperar que The Big C tome una dirección tarde o temprano. De momento, en Cats and Dogs, un nuevo desafío se presenta ante Cathy, y es que el despido de Paul ha extinguido su seguro médico y el ensayo clinico contra el cáncer en el que está participando es demasiado caro como para que los Jamison puedan permitírselo. Así, marido y mujer, recorrerán en este capítulo buscando una manera de seguir adelante.
Para obtener algo de dinero rápido, Cathy acude a una tienda de empeños en los barrios bajos de la ciudad acompañada por Lee (Hugh Dancy), que cree que no debería ir sola. Al salir los ataca un ladrón amenazándoles con quitarles la vida si no le dan el dinero, lo que provoca una carcajada en la histriónica Cathy y otra en el espectador (momentazo en la promo de abajo). No obstante, tal afrenta sí ha afectado a la Jamison y Lee la lleva a su casa para que se relaje un poco. Es en casa del también paciente del ensayo clínico donde transcurre la mayor parte de la trama del episodio, y es que básicamente lo que éste pretende mostrarnos es la presentación de este nuevo personaje, Lee: espiritual, luchador, amante del buen vino, que corre maratones y que siempre está dispuesto a viajar de una ciudad a otra por alargar su vida el mayor tiempo posible. La tensión sexual entre ambos personajes está patente desde que ambos entran en escena en la casa de Lee, pero cuál es la sorpresa de Cathy (y de cualquiera) cuando descubrimos que el nuevo amigo de nuestra protagonista es homosexual. No obstante, esta no es la revelación de este capítulo, sino que Cathy desnuda sus sentimientos ante Lee sobre cómo no quiere morir sola y cómo quiere que Paul y Adam estén a su lado en esos momentos. El nuevo amigo de Cathy se erige como el nuevo confidente de la Jamison, y seguramente veamos en los próximos capítulos como se desahoga con él y cómo evoluciona su situación sentimental a lo largo del ensayo clínico. Y es que era algo necesario para Cathy, ahora que Marlene no está y que su amiga, Rebecca, no es muy adulta para tener esas conversaciones.
Paul, por otro, tiene una reunión con un amigo a la que acude con la esperanza de encontrar un buen empleo que les permita pagar sus deudas y tener un seguro, pero a pesar de su optimismo se encuentra con que lo que le ofrecen no es sino otro empleo basura como freelance en el que no dispondrá del seguro médico que tanto ansía encontrar. Tan desesperado está que buscará un empleo para el que está de sobra cualificado, que no está nada bien pagado pero que al menos podrá permitir pagar las deudas del cáncer sobre la economía doméstica. Cuando Cathy se entera queda sorprendida por la decisión de su marido, pero lo acepta y lo agradece. No tienen otra forma de luchar por su vida.
El tercero en discordia (en mi discordia, se entiende) es Adam, el inexplicablemente cada día más protagonista hijo de los Jamison que vive su despertar sexual adolescente con una novia que no le quiere tocar ni con un palo y que sin pensárselo mucho contrata una prostituta para satisfacer sus necesidades. No obstante, no tiene mucha idea de cómo funciona el negocio y después del acto de lujuria se encuentra con una deuda con la muchacha que no puede afrontar. Aquí aparece su tío Sean para salvarle el pellejo, aunque quién se podría imaginar que tal excéntrico personaje sería capaz de solucionar el problema de alguien (solo hay que ver su trama con la bandolera hecha de trapos de cocina, o como se llame).
Por segunda semana consecutiva espero que The Big C no acabe decepcionando como las series de las otras mujeres de Showtime. Queremos ver a Cathy al límite, no hace falta pedir mucho más. Al fin y al cabo, de eso trata esta serie, ¿o no?
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