Mientras veía el piloto de la nueva serie de CBS no podía dejar de pensar en toda la gente que ha tenido en sus manos la posibilidad de parar este despropósito y, por alguna razón que se me escapa, decidió no hacerlo. Nadie, insisto, nadie de las decenas de personas implicadas en este proyecto tuvo el valor de coger a su creadora y decirle “oye, Corinne, cari, me sabe mal ser yo quien te lo diga, pero esto es un ñordo”. Ella algún día lo habría agradecido. Quizás el problema sea que Corinne Brinkerhoff, que ha trabajado como productora, entre otras, en The Good Wife, Jane The Virgin o Elementary, no estaba lista para escribir su propia serie. Es evidente que no, vaya.
Lo que se vendía como un oscuro thriller veraniego ha resultado ser más ridículo que Pretty Little Liars y 666 Park Avenue juntas. La trama gira en torno a una adinerada familia de Boston que se ve relacionada con unos macabros crímenes ocurridos catorce años antes, al sospechar que el patriarca podría ser un conocido asesino en serie. Aunque sea, evidentemente, una pista falsa ya que cualquier miembro de la familia podría ser el asesino. Para más inri, una de las hijas se encuentra en plena campaña política y, con lo quisquillosos que son los americanos con estas cosas, un asesino en serie en la familia no le viene nada bien. Por lo que sea.
A pesar de que el reparto cuenta con varias caras conocidas (que no sé cómo han podido dejarse engañar para hacer esto) como Antony Starr (Banshee), Justin Chatwin (Shameless) o Megan Ketch (Jane The Virgin), no consigue levantar unos guiones flojos, vacíos e inconsistentes que no despiertan en el espectador la intriga que se espera en este tipo de series. No sé si es una impresión mía o los actores no están cómodos en sus papeles, es como si quisieran pasar de puntillas por sus líneas para que nadie se dé cuenta de que son ellos y del error que han cometido aceptando estos roles. Una pena, en serio.
Entre tantos personajes insulsos cabe destacar -por odioso, no por bueno- el de Jack Hawthorne, un niño de unos diez años que aspira a ser forense y que se entrena dibujando animales descuartizados y, para que no se quede todo en la teoría, cortándole la cola a su mascota. Yo qué sé, han querido crear al típico niño que no quieres cruzarte a solas en el ascensor y lo que han conseguido es un pequeño ser repelente que todo el mundo espera que pase al equipo de las víctimas. El actor que encarna a Jack, Gabriel Bateman, ya ha participado en otros thrillers como Annabelle, Stalker o Lights Out. A ver si va a resultar que el niño tiene en realidad un toque creepy del que deberíamos preocuparnos.
Dado que la trama era de todo menos interesante, he tenido tiempo a lo largo del episodio para fijarme en otros detalles, y la palabra que resume todo es exceso. Exceso de planos contrapicados, exceso de frases vacías, de personajes sin química entre ellos y, sobre todo, exceso de pomposidad en la mansión familiar. No, no necesitamos cocinas del tamaño de tres campos de fútbol para entender que la familia es rica. No rica a medias, sino rica, rica.
No puedo, por desgracia, destacar nada positivo del piloto; no ha habido absolutamente nada que me pareciera medianamente interesante y tengo claro que no voy a seguir viendo el resto de la temporada. Y, si queréis mi consejo, que a lo mejor no he sido lo suficientemente clara, no os molestéis ni en ver el piloto. Lo siento, Corinne, alguien tenía que decirlo.
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