Enero empieza a sacar la artillería pesada en tema de estrenos y lo hace con Taboo, una serie británica de la que llevamos meses viendo circular imágenes promocionales con un Tom Hardy en taparrabos que no ha dejado indiferente a nadie. Eso es saber levantar expectativas y lo demás tonterías.
Taboo —en España disponible en HBO— es una serie oscura, quizás demasiado para la franja en la que se emite (sábado por la noche) y, aunque en sí misma no aporte nada nuevo al género, tiene ese algo-qué-sé-yo que te atrapa de principio a fin. En los dos episodios a los que hemos tenido acceso nos hemos encontrado con más preguntas que respuestas. Tenemos a un Tom Hardy de acento imposible y casi omnipresente en pantalla que vuelve de África para presentar sus respetos a su padre fallecido. Caras de póker de los allí presentes, en especial de su hermana Zilpha (Oona Chaplin) y su cuñado que lo daban por muerto, y que ya habían empezado a gestionar la venta de la herencia. Pequeño contratiempo.
Hardy, cuyo personaje es del todo menos entrañable, viene dispuesto a todo para preservar el patrimonio de su padre, en especial unos terrenos muy valiosos por los que se enfrentará a la Compañía de las Indias Orientales. No sabemos qué ha hecho (ni qué le han hecho) en el tiempo que ha pasado en África, sólo contamos con una serie de flashbacks breves y confusos que no desvelan gran cosa, pero a la vista está que es un hombre atormentado y lleno de cicatrices, internas y externas. Esas vivencias lo han convertido en un llanero solitario sin miedo a nada, se nota que no tiene nada que perder y que está acostumbrado a jugarse la vida en cada paso. El resto del elenco, aunque menos presente, es muy potente y con una muy buena elección a nivel de casting, del que podríamos destacar, por ejemplo, a Jonathan Pryce (Game of Thrones) o Michael Kelly (House of cards).
Ambientada a principios del siglo XIX, en una Inglaterra fría y oscura, se presenta como una mezcla de western, Gangsters de Nueva York o cuento de Navidad de Dickens. Taboo coge lo mejor de cada género para crear un producto que, aunque no sea novedoso, tiene su propia personalidad. Para escribir esta miniserie de ocho episodios Tom Hardy y su padre Chips han contado con la ayuda de Steven Knight, creador de Peaky Blinders, y que aporta sin duda alguna su toque a la serie.
Lo malo de generar tantas expectativas en torno a un producto es que el resultado suele decepcionar. No es el caso, al menos por ahora, de Taboo. Sólo espero que no sea una de esas series con tramas paralelas que plantean muchas preguntas y que terminan por resolverse de mala manera en los últimos cinco minutos. Por ahora Hardy avanza lento pero seguro. Tiene tiempo de explicarnos qué ha estado haciendo en los últimos años, por qué se fue, si la extraña relación con su hermana tuvo algo que ver y si conseguirá averiguar las circunstancias que rodearon la muerte de su padre y salvar su patrimonio. No nos decepciones, Hardy.
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