Su nombre no sonaba entre la lista de las más esperadas de la temporada y, sin embargo, no ha tardado en hacerse un hueco en los debates seriéfilos. El retorno de Joanne Froggatt —la inolvidable Anna Bates en Downton Abbey— a la pequeña pantalla es en forma de drama al uso, sin grandes innovaciones, pero lo suficientemente interesante como para dejarnos con ganas de llegar hasta el final.
El piloto nos presenta a una pareja que disfruta de su primera cita en un restaurante con vistas al mar. Ella, Laura, es una profesora que acaba de dejarlo con su novio de toda la vida y él, Andrew (Ioan Gruffudd, Forever), un cirujano viudo cuyo hijo es alumno de Laura. Los nexos en común no terminan ahí, claro, es un pueblo pequeño y es lo que tiene, que al final todo queda en familia. La cita va como la seda y deciden tomarse la última en casa de Laura, y ahí es donde se tuerce todo. Cuando ella despierta por la mañana, y a pesar de tener lagunas de la noche anterior, está convencida de que Andrew (que ya no está en la casa) la ha violado, cosa que él, evidentemente, niega en rotundo.
A partir de ahí empezamos a ver dos caras de la misma historia y una serie de subtramas llenas de secretos y mentiras de los protagonistas y su entorno. El abuso de los giros de guion hace que en ocasiones la trama principal patine, sobre todo en el tercer episodio, aunque al final del mismo parece que consigue recuperar el equilibrio y vuelve a dejarnos con ganas de más.
Las comparaciones con la última temporada de Broadchurch son inevitables. Primero, por girar en torno a una violación y, segundo, por suceder en un pueblo pequeño en el que todo el mundo se conoce y en el que todo el mundo tiene secretos. En lo que no son comparables es en la forma en la que tratan a la víctima, ya sea durante la investigación o en cómo muestran el trauma posterior a la violación, algo en lo que Broadchurch está muy por encima.
En Liar vemos a una Laura nerviosa y deprimida que busca refugio en casa de su hermana, pero algunos de sus actos, como el hecho de seguir manteniendo contacto con su agresor, me chirrían. Que sea la profesora del hijo de Andrew está cogido con pinzas y nada justifica su reacción en las redes (no entro en detalles para evitar spoilers). Que la policía ponga en duda su declaración, incluso algunas de las preguntas que se le plantean, es una muestra de lo que muchas mujeres tienen que padecer. Que el espectador dude en ocasiones —y no sin cierta culpabilidad— de la veracidad de la declaración de Laura, también. Lo que podría ser peligroso es que, efectivamente, Laura haya mentido y pueda alimentar en cierta manera esa idea que tienen algunas personas (una minoría, por suerte) de que las mujeres ponen denuncias falsas por despecho y para fastidiarle la vida a sus (ex)parejas.
No creo que los hermanos Williams (creadores también de la más mediática Rellik, que se emite a la vez que Liar) hayan decidido meterse en semejante jardín. Las pistas de las que disponemos por ahora nos hacen pensar que Andrew miente, pero posiblemente Laura también. A pesar de los fallos citados, Liar es una serie muy entretenida que consigue mantener al espectador enganchado durante los cuarenta minutos que duran los episodios. Llegados al ecuador de la temporada, todavía son muchas las preguntas sin respuesta. Esperemos que en los tres episodios restantes no decaiga el ritmo ni quieran hacer un giro tan loco que estropee la serie. Si todavía no lo habéis hecho, dadle una oportunidad, merece la pena.
Disponible en HBO España.
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