Parece que los millennials se han hecho con la parrilla televisiva. Tras disfrutar este año de las magníficas Fleabag e Insecure, llega el turno ahora de Search Party, recientemente renovada. Los protagonistas de esta comedia responden a los patrones –o estereotipos- de la juventud de clase acomodada neoyorkina: tienen estudios superiores, afán de protagonismo (y no sólo en las redes sociales), son egocéntricos, inconformistas, independientes económicamente y con una vida social muy activa.
Como la mayoría de sus congéneres, Dory está descontenta con su trabajo de asistente personal de una mujer rica y, por supuesto, carente de empatía, que le dedica lindezas del estilo "no sé cómo consigues hacer tan bien cosas que la mayoría de la gente odia hacer". Porque sí, porque todos sabemos que no hay nada como un trabajador motivado.
Dory no está sola, tiene un novio que es un pan sin sal, un amago de hipster con un trabajo de oficina que intenta que su vida se mantenga dentro de unos patrones y, sobre todo, que su dispersa novia no descarrile demasiado. Y también tiene unos mejores amigos, una actriz superficial, mona y descerebrada que vive con el amigo gay, que pretende ser un alma caritativa pero que no es más que un egocéntrico al que, dicho sea de paso, yo abofetearía sin miramientos.
Su vida da un giro inesperado cuando se enteran de que Chantal, una compañera de la universidad, ha desaparecido sin dejar rastro. Hace años que perdieron el contacto con ella, no es su amiga, es una conocida de esas que tenemos todos, en la que nunca pensamos y que, de pronto, el día que nos enteramos por las redes sociales de que le ha sucedido algo, lo sentimos como si le pasara a nuestra hermana. Y recordamos los momentos vividos con ella, y avisamos a nuestros conocidos comunes llenando nuestra conversación de exclamaciones de sorpresa. Porque somos así. Y si nosotros lo somos, por qué no iba a serlo Dory. Lo que ocurre que ella se pasa un poco de rosca y decide comenzar una investigación bastante loca en la que embarca a su grupo de amigos… decidme que vosotros también habéis visto el paralelismo con Scooby-Doo. Faltaba el perro, obvio, pero el grupo humano es clavadito.
Lo que al principio parece que va a ser el núcleo central de la serie, a medida que avanza la trama se convierte poco a poco en una excusa para presentarnos a una sociedad que da casi vergüenza mirar. Es el hilo conductor entre las idas y venidas de los personajes –y de sus egos–, las fiestas llenas de situaciones improbables, los errores, las discusiones de pareja, las mentiras y todo lo demás.
Search Party es un retrato mordaz de una sociedad que lo tiene todo y no está conforme con nada. Que pide un café con tres tipos de leche orgánica diferente, de jóvenes caucásicas que interpretan papeles de sudamericanas como si fueran concejales haciendo del rey Baltasar en un pueblo de España. De gente que miente constantemente, que se inventa una vida de cara a la galería y llora desconsolada en sus casas cuando todo se vuelve en su contra. De jóvenes tenaces que no se rinden y que deciden llegar hasta el final de su investigación. Aunque esté llena de pistas falsas, aunque a veces todo apunte a que es mejor tirar la toalla. De una juventud tan expuesta que a veces necesita huir de sí misma. Es, sobre todo, una serie redonda que empieza y acaba con un primer plano de una chica pecosa dispuesta a todo en la vida.
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