The Guy tiene lo que necesitas. Una simple llamada de teléfono y este particular repartidor en bicicleta te trae a casa su estuche repleto de saquitos de esa codiciada hierba ilegal en medio mundo, incluida la ciudad de Nueva York, en la que se desarrolla la historia.
Pero The Guy y su bicicleta son sólo una excusa para acercarnos a las vidas de sus clientes. La nueva serie de HBO, adaptación de la webserie homónima, nos permite colarnos en distintos apartamentos neoyorkinos para descubrir las vidas de sus habitantes. Mientras observas sus discusiones, sus confesiones e incluso les ves mantener relaciones sexuales totalmente ajenos a tu presencia, te sientes como un mirón tras un agujero estratégicamente abierto en la pared.
Los personajes se desenvuelven con la naturalidad de quien no se sabe observado, y eso nos permite descubrir situaciones tan íntimas que casi nos sentimos culpables, y son tan variados como la fauna que puebla la jungla neoyorkina. The Guy sirve de nexo de unión entre ellas. Entre el machista exaltado que grita acaloradamente a su novia mientras el amigo observa impertérrito la escena de la discusión y el joven homosexual que atraviesa una crisis existencial. El trabajo del repartidor se termina cuando deposita la mercancía sobre la mesa. A partir de ahí, una vez el elemento extraño fuera de escena, los personajes continúan con sus discusiones, sus reflexiones y, en definitiva, con sus vidas.
High Maintenance es un retrato costumbrista, o una colección de retratos, de una de las urbes más cosmopolitas del mundo. En ella todo el mundo tiene cabida y ni las historias más disparatadas sorprenden ya a sus habitantes. La serie juega con esa diversidad, con las diferencias sociales y culturales para mostrarnos historias llenas de verdad.
El rol del repartidor sin nombre está encarnado por Ben Sinclar, que es además co-creador de la serie junto a su esposa Katja Blichfeld. No esperéis una apología de las drogas, ni una crítica a los que la consumen. No se trata de eso. Se trata de mostrarnos de forma simple y honesta, me atrevería a decir que sin muchas pretensiones, las vidas de gente como tú y como yo. Habla de la amistad, de la soledad, de la necesidad de sentirse integrado o de la de huir de una situación que nos hace daño.
Estéticamente no se le puede reprochar nada. A pesar de la sencillez de la serie, se nota que no se ha dejado nada al azar. Ya sea en las escenas de exterior en las que seguimos el recorrido del repartidor sobre ruedas o de las casas de los protagonistas. Todo está pensado al milímetro y dota a este patchwork de historias del realismo necesario para que funcionen.
No es una comedia de risas enlatadas, ni siquiera es una comedia. Es una dramedia de esas que están tan de moda últimamente. En la vida no son todo risas o lágrimas, son altibajos, enfados, abrazos, incomprensión y aceptación todo a la vez. Y esta serie sabe transmitirlo muy bien. No cae en los clichés y nos muestra fragmentos de vidas que podrían ser por momentos las nuestras. Lo único que lamento es que los seis episodios con los que cuenta la temporada no se hayan lanzado a la vez para poder pegarme un atracón de marihuana. Digo de serie.
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