Esta
semana, las tramas por fin empiezan a desenmarañarse en Homeland,
dándonos más pistas sobre las lealtades de personajes como Allison o la
implicación de los rusos –de nuevo los guionistas juegan de forma inteligente con
la realidad, mostrando el interés de los tradicionales enemigos de EEUU por los
yacimientos en el Ártico o los movimientos en el Báltico—.
Las
reuniones entre Allison e Ivan se han convertido en lo mejor de esta temporada,
enseñándonos una relación entre espías que mezcla de forma ambigua las amenazas
con la atracción. Y si los miramos objetivamente, su modus operandi tan poco
ético no se diferencia mucho del de los americanos, con los espionajes ilegales
o sus operaciones en Oriente Próximo. Todo depende de a qué lado del telón de
acero te encuentres porque, si algo queda claro en estos capítulos, es que la
Guerra Fría entre ambas potencias no se detuvo nunca.
Allison
es un reflejo de su némesis: dura e implacable cuando hace falta (no en vano descubrimos
ahora que lleva años infiltrada) pero, al igual que Carrie, tiene grandes
debilidades —esa larga escena retratando el ataque de ansiedad dice mucho sin
una sola palabra—. Además, es la única que respeta a su oponente, advirtiendo a
sus jefes rusos que deben parar de subestimarla.
Mientras,
la ex agente de la CIA ha intentado desentrañar los documentos filtrados hasta
que una antigua fuente le informa de que alguien que debería haber muerto sigue
vivo y coleando en Amsterdam. Por mucho que Ivan se empeñe en decir que Carrie
no hace magia, la verdad es que muchas veces lo parece: es capaz de encontrar
el documento clave, una persona que lleva años en la sombra y aparecer en Holanda en un abrir y
cerrar de ojos. Eso sí, acercarse a ella sigue siendo una sentencia de muerte
(pobre taxista, era demasiado happy para esta serie); no me extraña que Quinn haya decidido que es más seguro
quedarse con los extremistas… Con la llamada de emergencia del final del
episodio, los peores augurios de Allison se cumplen y nos preparan para un tour
de force que se adivina épico.
Saul
quema sus naves
En
la base de la CIA siguen sin saber lo que ocurre, perdidos entre el juego de
los rusos y el afán de supervivencia de Saul. ¿A nadie le pareció rara esa
conversación en el hotel? Sabiendo que hay un topo parece extraño que Berenson
no desconfíe de Allison, sobre todo al ver como casi se desmorona cuando le confiesa
que ha entregado los documentos a su pupila. La huida de última hora de mano de
los israelíes ha sido inesperada, dejándonos con la duda de la deserción.
Espero que al final sea todo un plan maestro orquestado con Dar Adal para despistar
al enemigo porque sigo sin creerme que confíen más en el personaje de Miranda
Otto que en su amistad de décadas.
Los
guionistas de Homeland siguen aumentando el error de la semana pasada al
separar a Quinn de la trama principal, haciéndole correr tras otra nueva misión
suicida. Tanto él como Mathison parecen haberse olvidado el uno del otro de
forma inexplicable: ni preguntas ni preocupaciones, seguimos con nuestras cosas
y ya está. Parece que el espía se siente más cómodo en el complicado contexto
Sirio y decide aprovechar una oportunidad para acabar con un viejo enemigo sin
mirar atrás.
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